Después de unos cuantos meses y una serie de acontecimientos que parecían haber cambiado todo, pensé que era inmune. Pero no, fue ver de nuevo su sonrisa y despertar de nuevo esas mariposas, esa sensación que creí que no volvería a sentir al tenerlo cerca. Hablamos, me reí, nos reímos. Sí, me sentía bien ahí, me hubiese gustado que ese momento no acabase nunca, pero aún así lo hizo.
Afortunadamente, un repentino encuentro, un casual y provocado encuentro, hizo que nos volviésemos a ver. Todo lo que pasaba a mi alrededor dejó de importarme, sólo me importaba él, sus ojos, su boca.
Entonces lo comprendí, ni un millón de años, ni una lista innumerable de sucesos, cada cual más influenciable en mí que el anterior, me harían olvidarlo.
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