Creo que uno teme a la muerte hasta que se ha enfrentado cara a cara con ella, y ha perdido la batalla.
Si nunca escribo sobre este tema es porque siempre me ronda la cabeza cuando me voy a la cama, justo antes de dormirme. Antes, al pensar como sería la situación, me recorría un escalofrío y solo quería pensar en otra cosa, pero como en todo, si le pones más empeño en olvidar, más lo piensas. Y entonces, antes de temer que tú te puedas ir, temes la ida de aquellos con los que compartes el día a día. Y empiezas a imaginar como sería tu vida sin ellos, cosa que nunca se acerca a lo que de verdad va a ser tu vida cuando ellos no estén. Obviamente, en esas imágenes que tu cabecita ha creado, tu tienes al menos veinte años más, porque por encima de todas las cosas, deseas que ese momento no llegue nunca.
Pero llega, y por mucho que hayas imaginado el dolor que pensaste que ibas a sentir no es ni la milésima parte del que sientes en ese momento.
Sacas fuerzas sobrenaturales para salir de todo aquello, para que la rutina no pueda contigo, para seguir adelante. Pero aún así sientes un vacío día a día que ya nunca podrás volver a ocupar.
Y es entonces, cuando por las noches, ya no sientes ese escalofrío al pensar qué podrá pasar, como será. Sólo te queda recordar los buenos momentos, aferrarte a los que están por llegar, disfrutar día a día de las personas que te rodean, porque nunca sabes cuando, cualquiera de ellas te puede faltar.