Es increíble, aún parece que estoy tumbada en la arena, que jugueteo con ella con las manos, mientras el agua del mar baña mis pies. Era una sensación tan dulce que es imposible de olvidar. Estaba feliz, tranquila, en paz. Por supuesto, me gusta estar con las personas que quiero, pero, a veces, también viene bien alejarse de ellos por un tiempo. Estar rodeada de gente desconocida, sin ninguna cara familiar a mi alrededor, también contribuyó a esa paz que sentía. No extrañaba nada, ni a nadie, por raro que parezca. Me bastaba con el sol dorando mi piel y esa suave brisa marina con dulce olor a sal.
Me hubiese quedado eternamente allí, pero la realidad siempre acaba llamando a la puerta, quizá por esto ese momento fue tan especial, porque puede que nunca más vuelva a repetir esa sensación.