No puedo evitar sentirme diferente al resto, incluso marginada a veces. Me siento extraña cuando noto que a los demás les interesa saber lo justo y poco más, mientras que a mi me encanta aprender, me gusta descubrir, me gusta saber lo que pasa más allá de mis ojos. Siento curiosidad por lo que pasó hace un millón, dos mil, mil, cien años en el mundo, porque gracias a ello entiendo cómo y por qué son las cosas tal y como las vemos hoy. Me gusta la literatura, el arte de escribir, que alguien una vez contase su vida en un solo poema, leerlo, y trasladarme a ese momento. Admiro a los filósofos que en su día se hicieron preguntas acerca de lo que sucede fuera, y ahora nos hacen pensar. Las matemáticas son la base de la ciencia, siempre encuentra un razonamiento lógico y ordenador para el enigma que se le ponga en medio, por eso me deleitan.
Y por muy extraño que os parezca a vosotros, mentes cerradas, me siento viva así. Porque en tanto que vosotros pensáis solamente en sobrevivir, yo pienso en vivir, en avanzar, en actuar. Yo no me conformo con esta asquerosa realidad que nos rodea, porque sé que un mundo mejor es posible si todos lo queremos.
Pero si no queréis cambiar, os animo a seguir así, con un vendaje, no, un muro en vuestros ojos, que os impide ver más allá de vuestro yo.
Y al fin, me paro a pensar, la extraña no soy yo, porque me considero una persona, los extraños, los raros, los diferentes sois vosotros, convertidos en robots, programados con una acción fija, un ganado que sigue a su pastor, un perrito faldero a la sombra del poderoso, un producto más de esta sociedad.